Bienvenida

Nacimos en dictadura, herederas de prohibiciones festivas y los sones televisados de Pachuco y la Cubanacán. Crecimos al ritmo de un repertorio mestizado, anglo-latino, pop-rockanrolero, romanticón-trovero y folclórico-populachero, algo a medio camino entre lo clásico, lo kitsch, la protesta, la cebolla y el picante.

Santiago de Chile, 1986. Fotografía: Héctor López

Algo pasó en los noventa de los mitos de «la alegría por venir» y la vorágine de musicalidades locales y foráneas, alternativas o mediatizadas, que inquietaban la búsqueda de una sonoridad propia. Para la mayoría de los y las jóvenes de nuestra generación, la respuesta vino en ritmo de cumbia. La Sonora Palacios, La Sonora de Tommy Rey, Giolito y su Combo, Los Vikings 5, largamente ocultos durante las décadas pasadas, se hicieron así presentes en practicamente todas nuestras festividades. Veinte años más tarde, no hay año nuevo, fonda patria o cumpleaños que se precie de tal en los que no suene ella: la cumbia chilena.

Sobreviviente a fenómenos ampliamente comerciales de la industria musical, tales como el axé y el reggeaton, nuestra cumbia ha sabido vestirse de etiqueta, trópico, balada y pachanga, insertándose en nuestra parca cotidianeidad para despeinar hasta las y los más tiesos y permitir el jolgorio popular. El paso del tiempo ha hecho a nuestra cumbia sinónimo de fiesta, baile, encuentro y celebración «a la chilena». Pero también ha ido dejando en el camino a sus primeros cultores, esos que adaptaron o crearon el repertorio que hoy reconocemos como nuestros clásicos cumbiancheros… La muerte, la enfermedad y la soledad se han vuelto asimismo cumbia chilena.

Muchas historias de nuestro patrimonio musical y festivo hecho memoria testimonial se ha ido con Giolito, Luisín, Pachuco, Hirohito, Chocolate, Iván Díaz y Hernán Gallardo Pavéz. Sin embargo, gran parte de sus primeros cultores están aun llenos de recuerdos, músicas, anécdotas y testimonios que no han sido suficientemente valorizados por quienes durante décadas los hemos disfrutado.

Y es que la cumbia chilena no sólo es una peculiar manera de expresar nuestra alegría. También constituye un objeto de investigación de suma relevancia, especialmente al constatar la escasés de registros, estudios y reflexiones que den cuenta de sus particularidades sonoras e histórico-sociales. Es desde aquí que nace la Colectiva de Investigación Tiesos pero Cumbiancheros, una investigación planteada desde el diálogo interdisciplinario entre historia, sociología, antropología y musicología, volcado a la reconstrucción de nuestra memoria cumbianchera colectiva, que pretende ser un aporte a la valorización de nuestro patrimonio musical y festivo, así como de sus cultores y cultoras, contribuyendo con ello a las discusiones en torno a nuestra esquiva “chilenidad».

En este espacio te mostramos los avances de la investigación a través de reseñas de entrevistas, artículos, fotos y videos, citados o generados en el proceso. La invitación está abierta a mirar, leer, comentar y cumbianchar, reconstruyendo con nosotras las historias, anécdotas y miradas posibles, tras 50 años ininterrumpidos de cumbia en Chile.

¡Porque no es necesario saber mover las caderas para bailar la cumbia chilena!