Challacarnavaleando la cumbia chilena

Share Button

¡No señores! No estamos hablando de ese pequeño, festivo y colorido papel picado -la mejor de las veces hecho con perforadora- que anima cotillones de parrandas en bajada y suele acompañar las rendijas del suelo y del cabello más de una jornada. Tampoco de los papeles de diario picado que en el estadio estallan al salir el equipo de nuestras pasiones o cuando la fortuna hace caer el esférico en el arco contrario para acompañar el grito de ¡Gooooooooooooooool!

No es esa challa la que concentra ahora nuestra tiesa pero cumbianchera atención, aunque el esquivo papelillo también es parte del asunto. Hablamos más bien de la ch´álla como práctica festiva, esa creada y recreada por las comunidades andinas del altiplano, como rito de celebración, conmemoración, fecundidad, saludo, petición y pagamiento a la pacha (tierra), que fuimos heredando en las prácticas carnavaleras y festivas de la zona central de Chile, y que tras varias generaciones de proscripciones y resignificaciones, ha sido inspiración de la agrupación Challa Carnaval, quienes luego de 9 años de trabajo cumbianchero, festejan el nacimiento de su primer hijo musical: “Cumbia Chinchinera” (2013).

285402_10151477243483501_837208501_n

 

Son Daniel Araneda (trombón y coros), René Mallet (trompeta y coros), Raúl Cardoza (trompeta, acordeón y coros), Pablo Barraza (bajo y diseño gráfico), Pablo Gaete (Chinchín y percusión), Manuel Cerroni (voz, acordeón y guitarra), Francisco Huerta (percusión latina y coros), además de los músicos invitados Ricardo Bamírez (batería en el tema “Chaa!”) y Danilo Morales (campanas y güiro), quienes dan vida a este proyecto musical busca recrear parte del patrimonio festivo y callejero negado o prejuiciado tempranamente por nuestras élites nacionales: la challa, el carnaval, el circo, el chin chin y una música cumbianchera que bebe de los sones de la época de oro de la antigua bohemia santiaguina de los ´40 y ´50.

Pero vamos por el comienzo…

 

 

¿Por qué Challa Carnaval?

Una fría noche de junio del 2012, en el mismo lugar del lanzamiento del primerizo retoño, tuvimos la posibilidad de conversar con algunos de los músicos y artistas que dan forma a este proyecto que además de musical y festivo, tiene una inspiración pedagógica y crítica. Manuel -cantante, compositor y acordeonista- y Pape, el payaso de la banda, son los anfitriones de esta nueva incursión por los sonidos y sentires de nuestra cumbia chilena. Meses más tarde, el fundador de Challa Carnaval, Pablo Gaete, nos aporta nuevos testimonios sobre este proyecto que cual Rey Momo, nos muestra en su trabajo múltiples caretas.

 Como nos cuenta Manuel:

El grupo nace en el 2004, con una formación que hasta el momento el único que se mantiene es el trompetista y el chinchinero… la banda ha pasado por distintas formaciones, han pasado varios músicos por aquí, entre algunos ha estado gente de la Conmoción, Santa Feria… pero el grupo que está ahora, que es el grupo con el que montamos este espectáculo que se llama Challa Carnaval, que es un cabaret nocturno,  porque nosotros tenemos 3 espectáculos, tenemos uno que va dirigido a los niños, que se llama Chita la Payasa, otro que se llama Challa Carnaval, que va al público adulto, y un tercer espectáculo que se llama Pasacalle, que lo hacemos como banda ambulante,  a ras de piso… Y este último espectáculo, el Cabaret, debemos llevar como 3 años.   Somos en el fondo estudiosos de la cultura popular , el chinchinero en alguna medida igual buscó esa identidad, identificarse y estudió con un chinchinero de tradición, y así nosotros también, el Pape también estudió con payasos de la calle, empezó a aprender el arte , yo estudie guitarrón chileno y las décimas, así cada uno tiene su aporte al grupo,  Y nos hemos hecho en el oficio, claro algunos tenemos estudios formales, otros no formales, pero lo que tratamos de rescatar es eso, la esencia popular, que principalmente está en la calle.

A lo que Pablo agrega:

Nosotros en un comienzo éramos  como una bandita itinerante, se conformaba solo por bronces, chinchín y payaso. Realizábamos ‘espectáculos’ donde improvisábamos mucho, todo era muy intuitivo, era un poco caótico sí, pero adrenalínico a la hora de presentarnos. No sabíamos qué íbamos a tocar o cómo el payaso iba a intervenir y hacer sus rutinas, sólo lo hacíamos.  Tal vez esto reflejaba un poquito la esencia de lo festivo donde no se sabe lo que va a pasar. Lo único que sabíamos, era que teníamos que entregar lo mejor de nosotros mismos y transmitir esa brisa carnavalesca, tirando challa, mezclando el circo y tocando melodías alegres. Con el tiempo nació el ‘Chita la payasá’, un espectáculo que englobaba todo esto pero un poco más organizado, pasó el tiempo y después nos dimos cuenta que lo que hacíamos en el ‘Chita…’ ocurrió en los circos chilenos en alguna época, donde llegaban muchos músicos a buscar trabajo (al circo) cuando las autoridades cerraban locales  y boliches, así parte Challacarnavalito. Luego que pasara harta agua sobre el río se suma Manuel, Raúl, Pablo (en el bajo) y el Chichi (en las congas). Empezamos a enriquecer la instrumentación, crear canciones y separamos el trabajo que mezclaba el circo teatro a solamente música, así pasamos a llamarnos Challacarnaval, que toca temas propios, en locales nocturnos por aquí  y por allá, y no habla las mismas cosas que en los espectáculos para niños o la familia.

 

Presentación de Chita la Payasá. Archivo: Calla Carnaval. http://www.youtube.com/watch?v=OdITLA1yeYU

Presentación de Chita la Payasá. Archivo: Calla Carnaval.
http://www.youtube.com/watch?v=OdITLA1yeYU

 

La challa y la cumbia a la chilena

En el inicio de los 2000, el historiador chileno Maximiliano Salinas llamaba la atención sobre la práctica lúdica y carnavalera de la challa, con el artículo “¡En tiempo de chaya nadie se enoja! La fiesta popular del carnaval en Santiago de Chile (1880 – 1910)”, publicado en la Revista de Humanidades y Ciencias Sociales MAPOCHO[1], cuestionando la efectividad de las tentativas proscriptivas y prohibicionistas de los “padres de la patria”. Basado en la revisión de hemeroteca, el artículo revela que aun cuando las normativas republicanas no escatimaron esfuerzos en prohibir la expresión popular del carnaval y su lúdico challar, estas no pudieron contener el desborde popular sino hasta avanzado el siglo XX.

Del mismo modo, Salinas dejaba abierta la pregunta por las continuidades del mundo andino en la zona central de Chile, una polémica que por décadas concentró los debates entre etnohistoriadores y arqueólogos, que el 2012 vuelve a salir a la palestra con la publicación de “Mapocho incaico”, de Rubén Stehberg y Gonzalo Sotomayor, donde se concluye que “habría existido un centro urbano Tawantinsuyu bajo el casco antiguo de la ciudad de Santiago, desde el cual salían caminos incaicos en distintas direcciones y cuya base de sustentación fue la hidroagricultura y la minería de oro y plata. La infraestructura de esta instalación habría sido aprovechada por Pedro de Valdivia para fundar la ciudad de Santiago”[2].

Así, bajo la forma de la challa, algunos vestigios del ño carnavalón[3] se hicieron carne en las calles de la antigua Alameda de las Delicias, como “un desordenamiento cómico de la ciudad burguesa”[4]. Pero, ¿cuál es la relación entre esta challa y nuestra cumbia chilensis?

Desde nuestra investigación hemos podido evidenciar diversos puntos de encuentro entre el proceso de prohibición festiva que está en el origen de nuestra fundación republicana, y la cumbia al chilensis style, principalmente pensando en las taras corporales que redundan en el característico tieso pero cumbianchero baile que nos caracteriza, o en los procesos estructurales de más larga duración -en el sentido braudeleano[5]– que hacen de la fiesta y de la expresión corporal colectiva una profunda necesidad social, la que al sonar de cuerdas, trompetas y percusiones se va transformando en un espacio de reinvindicación política y cultural de lo público y de lo comunitario desde los imaginarios populares.

 En este contexto, con la intuición de que los amigos de Challa Carnaval van tejiendo nuevos puentes que conectan la práctica cumbianchera con la historia de proscripciones hacia el mundo popular y su diversidad, que pretende hegemonizar la retórica sobre “lo chileno”, les preguntamos, ¿cuál es la relación entre esta challa y la cumbia chilena?

 La challa es un elemento que evoca lo festivo, elementos que acompañan  a la fiesta o el carnaval. Cuando nace este proyecto y tirábamos  challa (y por quintal, porque comprábamos en una picada por Santa Rosa, quintales de challa, eran sacos de 50-60 kilos) nunca intelectualizamos esto, lo hacíamos no más,  con ese afán de enriquecer y darle color y más vida a nuestro trabajo. Hoy en día, esta challa se tira con el mismo ánimo pero refleja otras cosas también, como las personalidades en el grupo, la diversidad colores que utilizamos y no sólo en los vestuarios, sino que también en la propuesta musical, donde queremos tocar variados ritmos y no encasillarnos solo en uno. Ahora, nosotros tratamos de darle un sentido más social al trabajo o relación con la cumbia. Pensamos que tal vez sea un fenómeno como el reggaeton, que el día de mañana a lo mejor será la plena o el joropo, no lo sabemos, pero sí es bueno tener claro que después del hueveo que genera la cumbia hay que escuchar (o hacer) otras cosas o canciones. Creemos que la música refleja cómo es la vida, no todo el tiempo estamos enfiestaos o carretiando, también hay momentos para la melancolía, para crear, la reflexión, etc. Por supuesto al modelo económico (sistema de dominación) que vivimos le conviene este fenómeno musical, porque de esta forma la gente vacila desbordadamente y se le olvidan en cierta forma  las problemáticas sociales que tenemos.  Y no lo digo de pacato, porque a uno igual le gusta el hueveo, pero la gente está muy loca en Santiago, ¡hemos visto en las tocatas sacarse la chucha a  las minas y azotarse la cabeza! ¡Para qué hablar de lo que corre en los baños! Entonces ya estamos medios cansados de tanta enajenación, hay que hacer más propuestas donde el público lo pase bien pero de una forma más sana, junto a la familia tal vez, hacer tocatas más de día… ¡no sé! 

(Pablo Gaete, chinchinero, percusionista y fundador de Challacarnaval)

 

¡Pachanga consciente, cabaret bailable!: una mirada al activismo challacarnavalero

Y es que los amigos de Challa Carnaval se han hecho cargo de la necesidad de politizar la música y la pachanga, haciendo de las letras una alegre e irónica forma de expresar denuncias y críticas sociales, aprovechando algunas de las pocas fisuras discursivas que pueden cultivarse en el espectro mediático de los decires y opinares en Chile. En sus palabras:

Es una banda de música latinoamericana, donde rescatamos foxtrot, vals, boleros, cueca, cumbia, distintos tipos de música, tanto del carnaval también y todo eso… creo que entregamos un mensaje también a la gente a través de la música. Y a través de decir, “oye, pongan atención de esto, aprendan esto también”, de cierta forma, al público educarlo nuevamente.

(Pape, payaso de Challa Carnaval)

Claro, la idea de nosotros es igual hacer cumbia, igual hacemos música cumbia, como pachanga, pero también le damos un enfoque más consciente, ¿no? Nosotros en un momento lanzamos también el Cabaret como diciendo “Challa Carnaval, Pachanga consciente y Cabaret circense”. Entonces la idea nuestra también es plantear cosas, que pueden ser, independientemente de una ideología política tan marcada o partidista, nosotros vamos más a lo que le acontece a las personas, a la gente como uno, nosotros somos trabajadores de la música que partimos y trabajamos en la calle, entonces también abordamos esas temáticas de la gente que trabaja en la casa, en la oficina cuáles son sus derechos.

(Manuel, cantante, guitarrista y acordionero de Challa carnaval)

 

Challa Carnaval va tejiendo sus letras como una suerte de trova pachanguera: una cumbia con acordeón, bronces y chin chín, vuelve a denunciar las condiciones del trabajador callejero con el tema “Dejen que trabajen”, como lo hiciera hace algunos años la banda Juana Fé, con su “Callejero”; la canción “¡Chaa!”, en clave de jazz guachaca, al más puro estilo Roberto Parra, presenta su crítica a la apatía y a la función idiotizante de los medios de (in)comunicación; al tiempo que hacen su llamado a “salir a la cancha”, en una cumbia que ironiza el exitismo y la aspiracionalidad del mundo del fútbol, titulado “Te quiero ver”.

https://soundcloud.com/challa-carnaval

https://soundcloud.com/challa-carnaval

Posicionados de manera empática frente a las luchas estudiantiles y en general sociales del 2011, Challa Carnaval también nos comparte su experiencia en las marchas de los últimos años, a las que van “como uno más, metidos en la masa gente, apoyando en lo que uno pueda al movimiento”, nos cuenta Manuel.

Y es que la propia propuesta de la agrupación, en términos de recuperar y recrear las tradiciones festivas y callejeras populares, está sintonizada con las nuevas performances puestas en juego por los estudiantes, como nos comenta Manuel durante la entrevista:

Hay como una explosión en las marchas de música, que antes no pasaba, ahora son como alegres… porque siempre las luchas, las luchas sociales, y todo este asunto, siempre está como vinculado al dolor, al sufrimiento, entonces claro yo creo que es importante que eso también tenga alegría porque le da más fuerza para poder seguir marchando, o llevando pa delante.

Bernardo O’Higgins cuando instauró este país, hizo lo primero unas leyes, entre otras como quitarles los privilegios a los nobles, era como de abolir, o sea de prohibir las peleas de gallos y los carnavales. Claro y el carnaval se perdió en toda esta zona, digamos que también podría haber habido tradición de carnaval, y se perdió con esa ley, y quedó en Iquique, en Arica, Antofagasta… que eran de Perú y Bolivia , pero digamos que es otro contexto, por eso que de ahí parte un poco, de la represión. También la dictadura militar yo creo tiene harto que ver en con eso. También ha habido, hay una necesidad de pronto, de la juventud, o sea ya lo ves en los niños, los estudiantes, cachai, con las marchas, las tomas, de decir algo, o simplemente de pasarlo bien, también es válido que la gente vaya, baile. Pero nosotros queremos plantear dentro de este baile, dentro de esta fiesta también algo político, ¿me entiendes?, sin necesidad que sea partidista, de uno o de otro lado, una política de vida que tiene que ver con nosotros que hacemos un arte que es callejero y popular.

Challa Carnaval, challacarnavalea así nuestra cumbia chilena, reivindicando las artes populares desde la calle hasta los escenarios, como pudieron mostrar el 29 de junio del año 2008, siendo partes del Homenaje al Tío Lalo Parra en el teatro Caupolicán, junto a un enorme grupo de chinchineros tradicionales, al son de “Tarjetita de invitación”, chilenizada con el emblemático son del chin chín.

 

 

 ¡Parabienes para los amigos de Challa Caraval y que siga la cuuuuuuuuuuuuumbia!

 


[1] Revista de Humanidades y Ciencias Sociales MAPOCHO, No. 50. Segundo Semestre, 2001.

[2] “Mapocho Incaico”, Rubén Stehberg y Gonzalo Sotomayor. Boletín del Museo Nacional de Historia Natural, Chile 61: 85-149 (2012).

[3] Personaje carnavalero que se entierra y desentierra para abrir y cerrar el rito festivo del carnaval andino.

[4] Revista Humanidades y Ciencias Sociales MAPOCHO, No. 50. Segundo Semestre, 2001; (p. 288)

[5] F. Braudel, historiador francés de la Escuela de los Annales que propone el análisis procesual de la Historia como fenómeno total. Junto a Lucien Febvre es cofundador de la revista Annales. Lo rescatamos en el presente artículo para recordar la importancia de distinguir los fenómenos sociales como resultados de procesos de larga, mediana y corta duración histórica, tres pulsos que laten superpuestos, a nuestro juicio, en nuestra cumbia a la chilena.